jueves, 28 de noviembre de 2013

Origen de la expresión PONER LA MANO EN EL FUEGO.


Sitiando en el 510 a.C. la ciudad de Roma el ejército del rey etrusco Porsena (aliado de Tarquino el Soberbio, que pretendía recuperar el trono de Roma), un joven romano, llamado Cayo Mucio, entró una noche en el campamento enemigo con la intención de asesinar a Porsena, pero por error mató a su escriba. Al ser detenido confesó que, a pesar de haber fracasado, estaba convencido que cualquier joven romano intentaría lo mismo hasta lograrlo, e inmediatamente puso su mano derecha sobre el fuego de un altar y la dejó consumirse sin emitir gemido alguno.

El rey Porsena impresionado ante la valentía del joven y creyendo que se enfrentaba a un pueblo feroz, perdonó la vida del joven y levantó su campamento, abandonando el asedio a la ciudad.
A raíz de este hecho los romanos llamaron a Cayo Mucio con el apodo de “SCAEVOLA” (el zurdo).

Es conocida la anécdota de que siendo Nietzsche estudiante de filología clásica y habiendo declarado un profesor que a su juicio no hubo ni podía haber mártires como Escévola, Niestzsche armó una pira con libros y cuadernos junto a algunos de sus compañeros y expuso su mano al fuego durante varios segundos sufriendo heridas que le duraron varios meses tan sólo para demostrar que su profesor no estaba en lo cierto.