viernes, 22 de febrero de 2013

La dieta espartana



La sopa negra (en griego μέλας ζωμός), era uno de los platos emblemáticos de la dieta espartana, que se consumía durante la “sisitia” (comida colectiva del ejército espartano). Este caldo, ascendido a símbolo de la frugalidad de las costumbres espartanas, tenía un sabor abominable, pero aportaba a sus guerreros valor y coraje tradicional espartano. Se trataba en realidad de un guiso elaborado con carne de cerdo, vinagre, sal e hierbas aromáticas, oscurecido por la adición de sangre y vino. Aunque no se ha conservado receta alguna de este plato, se cree que el vinagre actuaba como emulsificante evitando que la sangre del cerdo se coagulara durante la cocción.

Según la leyenda, un hombre de Sibaris (ciudad del sur de Italia famosa por su lujo y glotonería, de donde deriva el término sibarita) dijo tras probar la sopa negra que entendía por qué los espartanos estaban tan dispuestos a morir en el campo de batalla. Probablemente preferían morir antes que volver a tomarlo.

Plutarco, en la Vida de Licurgo, cuenta que un rey del Ponto, tras haber oído hablar de esta famosa sopa y sintiendo curiosidad, hizo traer a un cocinero espartano para que lo preparase. Al probarlo lo encontró pésimo, a lo que el cocinero contestó que para disfrutarlo plenamente era necesario bañarse primero en el Eurotas (el río del Peloponeso que pasa por Esparta), dando a entender que sólo conociendo las costumbres y tradiciones espartanas, se podía apreciar un plato propio de un estilo de vida simple y esencial.

El mismo Plutarco cuenta que los ancianos espartanos no comían carne (que se dejaba a los jóvenes), prefiriendo alimentarse casi exclusivamente de sopa negra.

viernes, 15 de febrero de 2013

"Hay muchísimos documentos a los que sólo podemos acceder si conocemos el latín"

Entrevista en La Ventana a Marina del Castillo, profesora titular del Departamento de Filología Latina de la Universidad de Granada.

jueves, 14 de febrero de 2013

Origen de la festiviad de san Valentín


En la antigua Roma el día 15 de febrero tenía lugar la fiesta de la Lupercalia en honor del dios Fauno (Pan en la mitología griega) conocido con el sobrenombre de Luperco. En esa festividad se celebraba un ritual de purificación llamado Februa (origen de la palabra "febrero"), durante el cual jóvenes desnudos bailaban suplicando a los dioses fertilidad para sus mujeres y protección contra los lobos. Se sacrificaba un macho cabrío, en la cueva Lupercal, donde supuestamente Rómulo y Remo habían sido amamantados por una loba; terminado el sacrificio los luperci, despellejaban el animal para fabricar látigos con su piel, y se lanzaban a la carrera por el monte Palatino azotando a todo aquel que se cruzaba a su paso... Especialmente a las mujeres, que ofrecían gustosas sus espaldas y nalgas ya que se creía que los azotes propinados por un luperco no sólo purificaban, sino que también aumentaban enormemente la fertilidad.


En el año 494 el Papa Gelasio I, en su afán de eliminar unas fiestas que eran, según su descripción, "crimen público e instrumento de perversión y carnavalesca lujuria", las sustituyó por un día en honor a san Valentín, personaje que había sido martirizado y decapitado por orden del emperador Claudio II en el 270 d.C, por casar a los soldados, habiendo prohibido este emperador el matrimonio de los hombres jóvenes que debían ingresar en el ejército. De este modo se sustituyó una festividad pagana por una cristiana y a partir del siglo XIV se relacionó esta fiesta con el “amor romántico”.