viernes, 22 de febrero de 2013

La dieta espartana



La sopa negra (en griego μέλας ζωμός), era uno de los platos emblemáticos de la dieta espartana, que se consumía durante la “sisitia” (comida colectiva del ejército espartano). Este caldo, ascendido a símbolo de la frugalidad de las costumbres espartanas, tenía un sabor abominable, pero aportaba a sus guerreros valor y coraje tradicional espartano. Se trataba en realidad de un guiso elaborado con carne de cerdo, vinagre, sal e hierbas aromáticas, oscurecido por la adición de sangre y vino. Aunque no se ha conservado receta alguna de este plato, se cree que el vinagre actuaba como emulsificante evitando que la sangre del cerdo se coagulara durante la cocción.

Según la leyenda, un hombre de Sibaris (ciudad del sur de Italia famosa por su lujo y glotonería, de donde deriva el término sibarita) dijo tras probar la sopa negra que entendía por qué los espartanos estaban tan dispuestos a morir en el campo de batalla. Probablemente preferían morir antes que volver a tomarlo.

Plutarco, en la Vida de Licurgo, cuenta que un rey del Ponto, tras haber oído hablar de esta famosa sopa y sintiendo curiosidad, hizo traer a un cocinero espartano para que lo preparase. Al probarlo lo encontró pésimo, a lo que el cocinero contestó que para disfrutarlo plenamente era necesario bañarse primero en el Eurotas (el río del Peloponeso que pasa por Esparta), dando a entender que sólo conociendo las costumbres y tradiciones espartanas, se podía apreciar un plato propio de un estilo de vida simple y esencial.

El mismo Plutarco cuenta que los ancianos espartanos no comían carne (que se dejaba a los jóvenes), prefiriendo alimentarse casi exclusivamente de sopa negra.

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